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�Migrations en Argentine II
Din�mica migratoria: coyuntura y estructura en la Argentina de fines del XX
Table des mati�res
Texte int�gral
La Argentina, en el marco del proceso agro-exportador (1880-1937), evidenciaba ya un marcado car�cter de desigualdad regional. La muestra m�s elocuente era la preeminencia del puerto y la pampa h�meda sobre el resto del pa�s. Los contingentes migratorios europeos, que se radicaron predominantemente en Buenos Aires y regi�n pampeana, tambi�n contribuyeron al incremento de la diferenciaci�n regional.
Posteriormente el proceso de sustituci�n de importaciones (1937-1976), lejos de revertir esta situaci�n, increment� la concentraci�n industrial en las grandes ciudades de la regi�n pampeana. Si bien los contingentes migratorios externos no fueron tan significativos como en la etapa anterior, las migraciones internas y lim�trofes tambi�n contribuyeron al proceso de concentraci�n de poblaci�n y actividades econ�micas en la regi�n pampeana.
A partir de la presente etapa de fragmentaci�n social iniciada desde la dictadura militar (1976 hasta la actualidad) la Argentina, salvo coyunturas particulares, ha disminuido su capacidad de atraer poblaci�n y sufre en forma creciente el �xodo de su propia poblaci�n hacia destinos como Norte-Am�rica, Europa, Australia e inclusive, pa�ses lim�trofes como Brasil.
Por otra parte las migraciones internas en la Argentina son de magnitud considerable. La importancia de estos movimientos fue creciente hasta 1960-1970 para luego descender. Se calcula que desde 1895 cambiaron de provincia unos 7 millones de personas, y estas migraciones tuvieron efectos tanto en las �reas emisoras como en las receptoras.
Evidentemente todos estos procesos migratorios est�n asociados no solamente con factores econ�micos, sino tambi�n con otros m�s complejos, vinculados con expectativas de mejor calidad de vida. Tambi�n resulta importante recordar que la din�mica migratoria no es un mero ?efecto?, sino que tambi�n genera nuevos resultados (que se retroalimentan) tanto en las �reas receptoras como en las emisoras. En un trabajo anterior (Liberali, Morina y Vel�zquez, 1989) se�alamos algunos de estos procesos.
En el caso de las �reas se pueden se�alar resultados positivos y negativos:
Mayor dinamismo del mercado de trabajo, aunque con mayor rigidez en las relaciones laborales.
Problemas de vivienda y medio ambiente, necesidad de incremento de servicios sanitarios y educativos.
Desarraigo, p�rdida de relaciones personales, incremento de las conductas delictivas.
En las �reas emisoras los efectos son, en general, negativos; entre ellos:
Incremento del �ndice de dependencia (disminuci�n de la poblaci�n activa).
Desvalorizaci�n de propiedades, acompa�ada de un proceso de mayor concentraci�n.
Sub-utilizaci�n de recursos (vi�edos abandonados, escuelas con capacidad ociosa, estaciones de ferrocarril desmanteladas, etc).
Migraciones internas en el marco de la diferenciacion regional argentina
Como ya se�alamos, la actual configuraci�n espacial de la Argentina est� relacionada con una serie de procesos que han tenido lugar a trav�s de sus diferentes etapas de ?desarrollo?.
Desde antes de la etapa agroexportadora se fue produciendo un creciente languidecimiento de la econom�a del Noroeste Argentino (NOA), antes din�mica �merced a su vinculaci�n con Potos�, y un paulatino ascenso del Litoral respecto del interior del pa�s.
Durante la etapa agroexportadora, el proceso de concentraci�n de inversiones y de poblaci�n en la regi�n pampeana, continu� incrementando la clara diferenciaci�n entre �sta y el resto del pa�s. Este resto, gen�ricamente denominado ?econom�as regionales?, tambi�n fue afectado en forma diferencial por el proceso agroexportador. As� hubo econom�as que lograron una mejor inserci�n relativa (azucarera en Tucum�n y vitivin�cola en Mendoza), y otras cuya participaci�n habr�a de ser m�s marginal y tard�a.
De este modo, una vez agotada la etapa agroexportadora, el proceso de sustituci�n de importaciones habr�a de continuar con el esquema de concentraci�n demogr�fica en la regi�n pampeana, aunque incorporando tard�amente a las restantes econom�as regionales sobre la base de un mercado interno en expansi�n.
Durante todo este lapso los procesos migratorios internos fueron muy importantes. Lattes (1975) muestra que hasta 1914 predominaron las corrientes migratorias entre provincias contiguas; entre 1914 y 1947 se dio un per�odo de transici�n; y en el lapso comprendido entre los censos de 1947 y 1970 la mayor�a de los flujos migratorios tuvo como lugar de destino al Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), cualquiera sea la distancia del lugar de origen. �Hacia fines de la d�cada de 1970 y, especialmente durante las siguientes se produjo una disminuci�n de �las migraciones internas, y un significativo cambio de tendencia en los movimientos, �que pasaron a dirigirse preferentemente hacia las ciudades medias.
Lattes y Sana (1992) estiman que la redistribuci�n por migraciones interprovinciales fue de 1.108.000 personas entre 1960-1970, 639.000 entre 1970-1980 y de 441.000 entre 1980-1991 y sacaban tambi�n un peso creciente de la poblaci�n femenina en estos movimientos. As� la tasa migratoria de las mujeres super� a la de �los varones en 2 provincias en 1960-1970, en 4 en 1970-1980 y en 9 en 1980-1991. Por otra parte las migraciones internas tradicionalmente se han producido en etapas: de la zona rural a peque�os centros urbanos; luego a centros mayores, provinciales o regionales; siendo la �ltima etapa la de las grandes ciudades en el nivel nacional. Desde fines de la d�cada de 1970 esta �ltima etapa se fue diluyendo, engros�ndose las �reas perif�ricas de los centros intermedios. Este fen�meno de concentraci�n provincial resulta evidente en el censo de 1980: el 79,4% de los catamarque�os se traslad� entre 1975-1980 a la capital provincial; lo mismo ocurri� en las provincias de La Rioja (73,9%) y San Juan (80,6%), entre otras (Liberali, Morina y Vel�zquez, 1989). Casualmente, en todos los casos se trata de jurisdicciones favorecidas por los Reg�menes de Promoci�n Industrial, implementados a partir de 1978, y a�n hoy vigentes.
Seg�n Cacopardo (1978) en t�rminos generales, los saldos migratorios presentan una estructura concentrada en las edades econ�micamente activas m�s j�venes, entre los 20 y 39 a�os. En el Gran Buenos Aires (GBA), Gran C�rdoba y Gran Mendoza alrededor del 35% de los saldos se encuentran entre los 20 y 29 a�os.
En cuanto a las causas de la emigraci�n, indicadores de ocupaci�n, estratificaci�n y condiciones de vida aparecen como determinantes del fen�meno; entre 1947 y 1960 se destaca la importancia de los indicadores de empleo, mientras que a partir de la d�cada de 1960 parecen adquirir mayor significaci�n en este tipo de procesos migratorios, aspectos vinculados con la calidad de vida.
De acuerdo con estos condicionamientos cabe preguntarse si estos movimientos de poblaci�n entre jurisdicciones provinciales revisten alg�n efecto sobre el nivel de desigualdades regionales en la Argentina. Con el objeto de definir la magnitud de la diferenciaci�n regional en la Argentina, a los efectos de una mayor comparabilidad �se consider� �el Producto Bruto Geogr�fico (PBG) per c�pital1, lo que restringe el per�odo a analizar al comprendido entre 1960-1991, pues los estudios de contabilidad social regional son relativamente recientes y la primera estimaci�n de PBG, desagregado en el �nivel provincial, data de 1953 (Argentina. CFI-Instituto Torcuato Di Tella, 1962).
Para observar las relaciones entre ambos fen�menos se consideraron los datos de PBG per c�pita -que se han hecho coincidir, en la medida de lo posible, con los censos de poblaci�n respectivos- y los saldos migratorios intercensales en los per�odos 60/70, 70/80 y 80/91, en ambos casos desagregados seg�n provincias, en 1960-1970-1980 y 1991.
Cuadro 1. Argentina. Producto Bruto Geogr�fico per c�pita por jurisdicciones a�os seleccionados �(promedio nacional=100)
Fuente: elaboraci�n personal sobre la base de: para 1959 Argentina. CFI-Instituto Torcuato Di Tella, 1962; para 1970 y 1980 Argentina. CFI, 1983; para 1991 Argentina. SAREP, 1994 y 1995.
Cuadro 2.Argentina. Tasa de crecimiento migratorio �medio anual intercensal por jurisdicciones 1960-1991 (por mil habitantes).
Fuente: elaboraci�n personal sobre la base de: para 1960-1970 y 1970-1980 Argentina. INDEC 1981, 1984 y 1989; para 1980-1991 Argentina. CFI, 1991.
De la comparaci�n de las cifras de los cuadros 1 y 2, surge que existe una asociaci�n entre las jurisdicciones que absorben poblaci�n y aquellas que tienden a mejorar su situaci�n relativa, especialmente a partir de 1970. Esto debe vincularse con el car�cter necesariamente selectivo de los procesos migratorios que se convierten en una suerte de ?econom�a externa? para estos centros de recepci�n localizados b�sicamente en las regiones pampeana y patag�nica.
No resulta tan evidente, sin embargo, el resultado de la emisi�n de poblaci�n, ya que durante los diferentes intervalos del per�odo considerado, las provincias expulsoras en algunos casos mejoraron su situaci�n relativa, yen otros, la empeoraron.
Si consideramos el PBG de 1991 en relaci�n con el crecimiento migratorio medio de todo el per�odo 1960-1991 podemos concluir que, con excepci�n de San Luis, que cambi� bruscamente su comportamiento migratorio despu�s de 1980, todas las provincias que expulsaron poblaci�n durante las tres d�cadas, habr�an de quedar mal ubicadas con respecto al promedio nacional de PBG y que, por el contrario, �todas las jurisdicciones que recibieron poblaci�n quedaron situadas claramente por encima del promedio nacional. Los saldos migratorios negativos de la Capital son en realidad positivos contabilizando al GBA y el PBG de la provincia de Buenos Aires ser�a mayor si lo englob�ramos en el de la Capital.2
El grupo de provincias expulsoras-pobres est� comprendido por las del NOA y NEA y, en menor medida, por las de Cuyo. El conjunto de las receptoras-ricas abarca a las de las regiones pampeana y patag�nica. En este �ltimo caso se debe hacer la salvedad de que por su estructura econ�mica, muchas de las actividades pueden considerarse como enclaves, es decir que un incremento del PBG no supone necesariamente un aumento del ingreso promedio de sus habitantes.
Es decir que existe una circularidad entre la din�mica migratoria de las jurisdicciones y su situaci�n relativa. Esta circularidad se aleja m�s de los planteos neocl�sicos -por medio de los cuales la libre movilidad de factores o, en otros t�rminos, la fuerza del ?mercado?, igualar�a las diferencias regionales- que de otras posturas �alternativas, basadas en las relaciones econ�mico-sociales vigentes a escala del sistema nacional y en la selectividad de los movimientos de la poblaci�n. Si bien la corriente migratoria se comporta en el sentido esperado por los neocl�sicos, su resultado no es ?igualador? de las diferencias regionales; la expulsi�n de poblaci�n, m�s que corregir una situaci�n de desigualdad, la denuncia.
Din�mica migratoria externa
Especialmente durante la etapa agroexportadora la Argentina fue uno de los principales puntos de atracci�n para los inmigrantes europeos. Las oportunidades que ofrec�a para la castigada Europa de ese entonces eran muy grandes. Nuestro pa�s, era un territorio con escasa poblaci�n y en pleno proceso de expansi�n econ�mica. En t�rminos absolutos, la Argentina fue el segundo destino despu�s de EEUU y en t�rminos relativos, fue el pa�s m�s receptor. Esto queda reflejado en el Tercer Censo Nacional (1914) cuando un tercio de la poblaci�n era extranjera, mientras que en los estratos de edad activa, la proporci�n de extranjeros superaba a la de nativos. La radicaci�n de extranjeros fue mucho m�s notoria en los grandes centros urbanos y en la regi�n pampeana, constituy�ndose junto con las inversiones y la localizaci�n de la infraestructura en una de las razones para la hegemon�a de la citada regi�n. Incluso el nivel de cualificaci�n de los migrantes se diferenciaba regionalmente: los campesinos provenientes de Europa del sur y del este, con bajo grado de educaci�n formal, se insertaron en las actividades rurales del interior del pa�s, mientras que la fuerza de trabajo originaria de pa�ses que ya hab�an realizado su revoluci�n industrial, -la cual contaba con un considerable acervo de experiencia manufacturera y un saber productivo incorporado y acumulado, am�n de una mayor escolaridad formal-, se insert� sin dificultades en el incipiente mercado de trabajo de los principales centros urbanos del territorio nacional (Neffa, 1998).
La sustituci�n de importaciones implic� una econom�a m�s aut�rquica y diversificada, que si bien continuaba ofreciendo oportunidades, coexist�a con la Europa de postguerra y el Plan Marshall, dinamizando la econom�a del viejo continente en algunas regiones y sectores, y reorientando los movimientos migratorios europeos. As�, entre otros, los ?gallegos? y los ?tano? reemplazar�an en sus preferencias a la Argentina y otros pa�ses Americanos por destinos europeos m�s cercanos.
El arribo a nuestro pa�s de inmigrantes lim�trofes fue siempre m�s constante, y comenz� a ser m�s notorio a partir de la disminuci�n y, posteriormente, el virtual cese de la llegada de europeos durante la d�cada del cincuenta.Si bien el saldo migratorio absoluto acumulado entre el crack burs�til de 1929 y los primeros a�os de la ?posguerra? super� ampliamente las 80.000 personas, el saldo migratorio de pasajeros de ultramar result� ampliamente deficitario durante gran parte de la d�cada del cuarenta; hacia el final de dicho decenio la tendencia pareci� revertirse, pero s�lo por un corto lapso de tiempo: mientras que en 1949 ingresaron al pa�s 63.389 migrantes no lim�trofes, en 1954 s�lo lo hicieron 3.332, cifras que implican una tasa decreciente situada en el orden del ?38% anual. As�, la mayor evidencia emp�rica del proceso de cambio es brindada por la dr�stica reducci�n de los contingentes migratorios provenientes de ultramar. Los inmigrantes lim�trofes tuvieron mayor peso en las llamadas ?econom�as regionales?, por los que resultaba habitual la presencia de chilenos en la Patagonia, bolivianos en el NOA o paraguayos en el NEA. Estas econom�as regionales, altamente utilizadoras de mano de obra no calificada, crecieron al impulso del desarrollo del mercado interno, que tuvo durante este lapso una coyuntura favorable en el marco de un proceso de alta participaci�n de los asalariados en el ingreso nacional.
A partir de los a�os sesenta y setenta el peso de los lim�trofes fue aumentando y, del mismo modo que los nativos del NOA y NEA, con la agudizaci�n de las crisis regionales, incrementaron su desplazamiento, en una primera etapa, hacia las grandes ciudades, fundamentalmente Gran Buenos Aires, Rosario y C�rdoba. Durante estas d�cadas el mercado de trabajo de los grandes centros urbanos se mostr� m�s din�mico, no s�lo por el mantenimiento de la estructura productiva, sino por la expansi�n de los servicios. La radicaci�n de nativos del NOA y NEA y de extranjeros lim�trofes en las ciudades contribuy� al crecimiento de la periferia urbana, particularmente de las llamadas ?villas miseria?.
Hacia fines de los setenta y principios de los ochenta, con el agotamiento de la sustituci�n de importaciones y el creciente desmantelamiento del aparato productivo se desata una crisis econ�mica que afect� en mayor medida a las grandes ciudades. Por esta raz�n estos flujos migratorios internos y lim�trofes cambian su orientaci�n hacia ciudades medias. El tradicional modelo de ?migraci�n por etapas? se interrumpe antes del �ltimo eslab�n, tambi�n existen procesos de retorno, traslad�ndose as� el incremento de las periferias e, incluso de la marginalidad, hacia las ciudades intermedias.
Todos estos movimientos de poblaci�n se vinculan con factores estructurales y coyunturales. El signo m�s caracter�stico de la crisis propia de la actual etapa de fragmentaci�n social es el fen�meno de expulsi�n de argentinos hacia regiones y pa�ses que parecen ofrecer mejores alternativas, principalmente �Norteam�rica, Europa, Australia e, inclusive, pa�ses lim�trofes como Brasil.
Como esta fragmentaci�n social no es un fen�meno exclusivo de la Argentina, tambi�n se vivi� con diferentes peculiaridades en toda la regi�n. Es por eso, que tanto por razones estructurales como coyunturales, continu� la recepci�n de inmigrantes �de pa�ses lim�trofes, principalmente: Bolivia, �Per� y Paraguay.
Con respecto a la expulsi�n de argentinos el Censo Nacional de noviembre de 2001 aport� una verdadera sorpresa. Contradiciendo las expectativas de una Argentina con 38 o 39 millones de habitantes, las cifras preliminares (sujetas a cierto subregistro) superaron apenas los 36 millones.
Si bien durante la d�cada del noventa continu� el proceso de transici�n demogr�fica con la subsiguiente reducci�n de la fecundidad, la responsabilidad de la din�mica migratoria externa (expulsi�n de argentinos) tuvo que ser significativa para la explicaci�n de este escaso incremento de poblaci�n durante el �ltimo per�odo intercensal (1991-2001). Se parte de la poblaci�n censal de 1991 y se a�ade el crecimiento vegetativo registrado entre mayo de 1991 y noviembre de 2001, se puede despejar de la ecuaci�n demogr�fica b�sica el saldo migratorio.
Entre 1991 y 2001 el saldo migratorio (diferencia entre ingresos y egresos de poblaci�n) fue negativo. Al hablar de saldo se asume que la expulsi�n de argentinos fue superior a las 870.468 personas �ya que durante este lapso tambi�n hubo recepci�n de inmigrantes, b�sicamente lim�trofes. Aparece as� �una flagrante contradicci�n: mientras que las reformas estructurales de los noventa fomentaron la creaci�n de una superpoblaci�n relativa de fuerza de trabajo, promoviendo el ingreso al territorio nacional de mano de obra migrante y estableciendo una discriminaci�n salarial contra ella, el desempleo estructural, la precarizaci�n del mercado de trabajo y la ca�da de los salarios reales -en suma, la falta de oportunidades para la mayor parte de la poblaci�n- se configuraron en los detonantes por excelencia del proceso de sangr�a demogr�fica hacia los pa�ses industrializados. Por otra parte, el denominado brain-drain no ha resultado ajeno al proceso general de expulsi�n demogr�fica, pues estimaciones recientes han dado cuenta que la Argentina es el pa�s latinoamericano m�s afectado por la radicaci�n definitiva de cient�ficos en el exterior, seguido a una considerable distancia por M�xico.
Entre las razones estructurales se debe se�alar que durante los noventa persist�a a�n una diferencia de desarrollo relativo entre Argentina y Bolivia, Paraguay o Per�, principales centros de expulsi�n de poblaci�n. La principal raz�n coyuntural que increment� este proceso durante esta d�cada fue la vigencia del plan de Convertibilidad que implic� la apreciaci�n del signo monetario argentino. En este contexto la posibilidad de remisi�n de ?Argen-d�lares? al exterior se constituy� en un fuerte incentivo coyuntural para muchos inmigrantes lim�trofes.
El fantasma de la expulsi�n de poblaci�n joven, con cierto nivel de instrucci�n y desilusionada con la falta de horizontes que ofrece la Argentina resultan cruelmente visible en nuestra realidad cotidiana. Internamente se observa que las aglomeraciones de p�blico se multiplican en los consulados; mientras que desde el exterior las se�ales tambi�n resultan claras, aumentando las restricciones a la recepci�n de poblaci�n argentina.
Tras una ef�mera primavera, vinculada con las ?relaciones carnales? de Menem con EEUU, con la crisis desatada a partir de la devaluaci�n del signo monetario argentino en enero de 2001 se volvi� a establecer la necesidad de contar con visado para viajar al pa�s del norte. En el caso europeo, la tradicional estigmatizaci�n hacia los ?sudacas? se ha hecho extensiva tambi�n hacia los argentinos. Esto nos priva del status ?ligeramente superior? que pudo haber gozado un argentino por sobre nuestros ?pobres? vecinos latinoamericanos hasta la d�cada del noventa.
En los eventos deportivos, programas radiales y televisivos y otras manifestaciones que llegan desde el exterior, la presencia de argentinos es un hecho cotidiano y creciente. Parte de esta sangr�a se vincula con la persecuci�n pol�tica desatada durante la Revoluci�n Argentina (1966-1973) y, sobre todo, a partir del Proceso de Reorganizaci�n Nacional (1976-1983) pero desde entonces, a pesar de la democracia formal, han persistido �sucesivos planes de ajuste instaurados por sectores minoritarios. Esto, adem�s de implicar una creciente fragmentaci�n de la Argentina, trae consigo la expulsi�n de poblaci�n.
Resulta dif�cil estimar cifras aproximadas de la acumulaci�n de esta verdadera sangr�a demogr�fica. En general los censos de los principales pa�ses receptores de argentinos no brindan cifras desagregadas por nacionalidad y, a pesar de las recomendaciones de los organismos internacionales, no son sincr�nicos. Por otro lado los registros de entradas y salidas (�nico indicio estad�stico ?oficial? de este fen�meno) adolecen de serias deficiencias de subregistro, particularmente para ciertos per�odos, llegando al extremo de carecerse por completo de informaci�n del quinquenio 1977-1981 (Vel�zquez, 1986).
Otra cuesti�n que produce confusi�n es que, en muchos casos, cuando se hace referencia al fen�meno, se habla de ?argentinos en el exterior? refiri�ndose no s�lo a los emigrados, sino a la colonia de argentinos, es decir incluyendo a sus familiares (c�nyuges e hijos nacidos en el extranjero). Obviamente la colonia de argentinos es mayor que los argentinos emigrados, ya que, por tratarse de un proceso relativamente reciente que involucra poblaci�n relativamente joven, la mortalidad de los argentinos emigrados es menos significativa que su descendencia.
Con respecto a la recepci�n de inmigrantes lim�trofes, seg�n muestra Benencia (1997) estos inmigrantes han sido fruto de un proceso m�s espont�neo, pero m�s constante a lo largo del tiempo. Tradicionalmente el proceso obedeci� a diferencias estructurales de desarrollo entre los respectivos pa�ses. Desde el Primer Censo Nacional (1869) hasta el de 1991 su proporci�n oscil� siempre entre un 2 y 3% de la poblaci�n total. Sin embargo estos extranjeros comienzan a ser m�s visibles a partir de la d�cada del sesenta cuando, por el envejecimiento y el virtual cese de arribos, comienza a disminuir dr�sticamente la poblaci�n europea.Hist�ricamente los inmigrantes lim�trofes est�n asociados con la provisi�n de mano de obra para el trabajo agr�cola:
Paraguayos con las cosechas de algod�n y yerba mate en el Nordeste Argentino.
Bolivianos con el tabaco rubio en Salta y Jujuy, con la ca�a de az�car en las mismas provincias y Tucum�n, con la horticultura en Mendoza y provincia de Buenos Aires.
Chilenos en la Patagonia, relacionados con tareas de esquila, en el Valle del R�o Negro con la recolecci�n de frutas, en la Patagonia austral con la explotaci�n del petr�leo y la construcci�n.
La excepci�n la constituyeron los uruguayos, que se concentraron en grandes ciudades, en tareas relacionadas con los servicios.
Es decir que en el proceso hay �reas que tradicionalmente ten�an mayor peso relativo de poblaci�n lim�trofe. Dentro de los empobrecidos NOA y NEA, la presencia de bolivianos y paraguayos, era y contin�a siendo, un fen�meno muy habitual. Lo mismo ocurre, aunque en menor medida, con la Patagonia respecto de los chilenos.
Tras una primera radicaci�n ?regional?, muchos de estos inmigrantes lim�trofes se desplazaban internamente hacia el Gran Buenos Aires o grandes ciudades de la regi�n pampeana (Rosario, C�rdoba, Mar del Plata). Las crisis que comienzan a experimentar las econom�as regionales a partir de la d�cada del sesenta (crack algodonero en Chaco, crisis del az�car en Tucum�n, cupificaci�n de la yerba y crisis tabacalera en el NEA) aceleran este proceso, haciendo que los extranjeros lim�trofes adopten los mismos patrones migratorios de los nativos del NOA y NEA. Esto incrementa el impacto de los inmigrantes lim�trofes en las mayores �reas urbanas de la regi�n pampeana.
Coincidimos con Benencia (1997) en que esta migraci�n espont�nea o voluntaria no es sin�nimo de ?migraci�n an�rquica?. Se trata de una migraci�n planeada en el seno de las familias, desde la racionalidad de los pobres y dentro del esquema de estrategias de supervivencia. En ella, por lo general, una parte de la familia emigra y otra permanece en el pa�s expulsor. Los que migran env�an remesas de dinero y contribuyen a sostener a sus familias en el lugar de origen, De este modo las familias intentan resolver el problema del desempleo desde su �ngulo m�s costoso: la emigraci�n.
El tradicional mecanismo de las cadenas y senderos migratorios los lleva a radicarse en la periferia urbana y a ocupar nichos del mercado laboral habitualmente desechados por los argentinos nativos.
Existen, sin embargo, diferencias apreciables seg�n el pa�s de origen en lo que respecta al nivel educativo, tipo de ocupaci�n, rama de actividad y magnitud. Por ejemplo:
Los uruguayos tienen mayor nivel educativo que los restantes inmigrantes lim�trofes; sus ocupaciones revelan mayor presencia en actividades terciarias, de tipo administrativo y en el comercio.
Los paraguayos se distribuyen, seg�n sexo, entre el servicio dom�stico para las mujeres y la construcci�n particular, en peque�as obras, entre los varones.
Los bolivianos varones trabajan fundamentalmente en la construcci�n, pero en obras grandes, y las mujeres se reparten entre servicio dom�stico, costura (con caracter�sticas de trabajo familiar a destajo) y comercio, fundamentalmente en las ferias y mercados de frutas y hortalizas.
Los chilenos son escasos en los grandes aglomerados urbanos y su presencia en la econom�a regional de la Patagonia est� en retroceso.
En 1991 las provincias con mayor proporci�n de poblaci�n lim�trofe eran las patag�nicas y Formosa (ver mapa 3). En el escal�n siguiente se situaba otra provincia del NEA (Misiones), dos del NOA (Salta y Jujuy), la cabecera de Cuyo (Mendoza) y la provincia y ciudad de Buenos Aires. La proporci�n de lim�trofes en el resto del pa�s era menor al 1%.
En los casos de la Patagonia y Buenos Aires esta radicaci�n se vincula con condiciones favorables en lo que respecta a la riqueza te�ricamente disponible. Sin embargo considerando la presencia de extranjeros lim�trofes en el NOA y NEA, ambas regiones con bajos �ndices de PBG per c�pita, podemos confirmar el car�cter ?regional? de parte de estos movimientos y la inserci�n marginal de gran parte de estos inmigrantes en la sociedad argentina.
Por lo anteriormente expuesto consideramos que hist�ricamente la radicaci�n de inmigrantes lim�trofes en la Argentina obedeci� a factores estructurales (diferencias de desarrollo entre los pa�ses), pero, durante la d�cada del noventa, tambi�n se agregaron razones coyunturales.
La sobrevaluaci�n del signo monetario argentino durante el per�odo de convertibilidad instaurado por Menem-Cavallo fue un incentivo importante para la radicaci�n de inmigrantes lim�trofes. El mecanismo migratorio se basa, en gran medida, en cadenas preexistentes desde las d�cadas de 1960 y 1970 que fueron re-dinamizadas.
En general se instalan al principio los jefes de hogar, en algunos casos con la idea de formar un peque�o capital y retornar a sus pa�ses de origen o, en otros, para efectuar remesas peri�dicas a sus familiares en Bolivia, Per� o Paraguay, principalmente.
Tradicionalmente estas migraciones ?golondrina? terminaban convirti�ndose en definitivas cuando se establec�an lazos afectivos, mayor vinculaci�n con la sociedad receptora y se lograba la instalaci�n de familias y colonias completas.
El incremento coyuntural de poblaci�n lim�trofe durante los noventa ha sido utilizado para estigmatizarlos, adjudic�ndoles responsabilidad en los crecientes problemas de la desocupaci�n e inseguridad en la Argentina. Sin embargo esta utilizaci�n pol�tica del tema no se corresponde con la realidad, ya que diversos estudios han demostrado que el problema del desempleo en los noventa est� vinculado con la privatizaci�n de empresas, el achicamiento del Estado y el perpetuo proceso de ajuste que llevaron a una virtual implosi�n de la econom�a argentina. (Lindemboim, 1995; Marshall, 1995; Palomino y Schvarzer, 1996). Se ha comprobado que la influencia de los inmigrantes lim�trofes �sobre la desocupaci�n es irrelevante (Maguid, 1995). Con respecto a la inseguridad, m�s all� de la impresi�n que pueda brindarse por parte de los partidarios de la ?mano dura? y la prensa amarillista, la tasa de hechos delictivos es sensiblemente menor en los inmigrantes que entre los argentinos nativos.
La brusca devaluaci�n practicada en el primer trimestre de 2002 implic� el retorno de parte de estos inmigrantes lim�trofes ?coyunturales? que, durante la d�cada del noventa y mediante un fuerte subconsumo, lograban un peque�o excedente en divisas.
Es probable que si el Censo de noviembre de 2001 se hubiera realizado tan s�lo dos meses despu�s (luego de la ca�da de De la Rua y la fuerte devaluaci�n del signo monetario argentino), los guarismos de poblaci�n total hubieran sido menores a�n.
Si bien hoy todav�a persisten diferencias estructurales de desarrollo entre Argentina y pa�ses como Bolivia, Per� o Paraguay, no es extra�o encontrar una incipiente colonia de argentinos en Brasil e, inclusive en pa�ses como Uruguay o Chile.
El tel�n de fondo es que los gobiernos de estos pa�ses tratan de ?diferenciarse? de la estrepitosa ca�da Argentina para intentar obtener un trato diferente por parte del Fondo Monetario Internacional o el ingreso a un bloque econ�mico m�s cercano al ?primer mundo? como el ALCA, poniendo en serio peligro la continuidad del MERCOSUR.
Las nuevas condiciones generadas por el abandono del ?Plan de Convertibilidad? abren nuevos interrogantes respecto de la futura din�mica econ�mica y demogr�fica de la Argentina.
Existe un incipiente proceso de migraci�n de retorno. Esto es producto de la combinaci�n de la acumulaci�n de experiencias negativas por parte de argentinos que han intentado residir en el exterior, como por la posibilidad de recuperaci�n parcial de la econom�a argentina que, tras la brusca devaluaci�n, se ve obligada a sustituir importaciones, aumentando su competitividad en ciertos sectores (particularmente el turismo).
Tambi�n parece haber una atenuaci�n de los flujos lim�trofes (tanto de ingreso como de egreso). Por un lado los ?consolidados? no se arriesgan a regresar a sus pa�ses de origen, por el otro los que tendr�an expectativas de venir postergan su decisi�n a menos que cuenten con nexos claros para mejorar sus posibilidades de inserci�n.
Con respecto a los movimientos internos, la din�mica nacional con tasa de crecimiento migratorio negativo (?2,5 por mil durante el �ltimo per�odo intercensal 1991-2001) se traslad�, en gran medida, al conjunto de las regiones y provincias.
Aplicando la misma ecuaci�n demogr�fica para el per�odo intercensal 1991-2001 se observa que solamente 8 provincias tuvieron saldo migratorio positivo, en tanto las 16 restantes expulsaron poblaci�n. De estas 16 provincias expulsoras, entre las cuales se encuentran provincias patag�nicas tradicionalmente receptoras, 9 lo hicieron con una tasa superior al promedio nacional (2,5 por mil).
Conclusiones
La Argentina es un pa�s contradictorio. Una tradici�n de recepci�n de poblaci�n, asimilaci�n y apertura cultural puede ser reemplazada bastante r�pidamente por otra de expulsi�n de poblaci�n e incipiente xenofobia cuando la coyuntura (�o la estructura?) socio-econ�mica llega a cierto nivel de deterioro.
La fragmentaci�n social que sufre nuestro pa�s desde fines de la d�cada del setenta tiene car�cter estructural por la aplicaci�n acr�tica de sucesivos planes de ajuste en el marco del denominado ?Consenso de Washington?. El Plan de Convertibilidad aplicado durante los noventa implic� una coyuntura in�dita por constituir una ?isla? de modernidad en la deprimida regi�n latinoamericana. La burbuja, sin embargo, termin� explotando y, tras una fuerte crisis inicial durante el 2002, se presenta un escenario que podr�a permitir otras posibilidades.
Como la din�mica demogr�fica no s�lo tiene que ver con condiciones objetivas, sino tambi�n con expectativas, las definiciones que puedan tomarse en la Argentina a partir de mayo de 2003 pueden resultar cruciales para que nuestro pa�s brinde posibilidades que le permitan recuperar parte de sus exiliados econ�micos y pueda retomar su tradici�n de ?puertas abiertas? para una efectiva inserci�n, m�s digna que la actual, en el contexto del MERCOSUR y de un nuevo orden que no asuma (o nos quiera hacer asumir) que la actual ?globalizaci�n? es la �nica v�a posible.
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Notes
Pour citer cet article
Quelques mots � propos de :� Sebasti�n G�mez� Lende
Centro de Investigaciones Geogr�ficas UNC Tandil, Argentina